poniedziałek, 8 sierpnia 2022

 




La liebre y la tortuga


Fábula de Esopo


Aquel día de verano todos

los animales del bosque se

sentían contentos. La liebre

estaba a la sombra de un sauce,

charlando con el señor erizo y la

señora coneja. Por el camino, la

tortuga regresaba de hacer la

compra. Iba tan cargada, que la

pobre se tenía que parar a cada

paso porque no podía más. Cuando llegó

junto al árbol, la liebre fue la primera en

saludarla:


-¡Buenos días, tortuguita! ¡A ese paso,

usted no llega a su casa en todo el día!

-¡Buenos días, amigos!

-dijo la tortuga, mientras se quitaba el sudor con la mano-

¡Ah, señora liebre! No se preocupe

tanto por mí y ocúpese de sus cosas.

La señora coneja y el señor erizo

se sonrieron. La liebre, como era

muy orgullosa y vanidosa, no soportaba

que nadie le dijera lo que no quería oír. Así

que contestó a la tortuga:


-¡Hay que ver el mal humor que se gasta

esta mañana! No he querido ofenderla. Sólo

he dicho lo que todo el mundo dice, lo que

todo el mundo sabe: usted es más lenta que el

cangrejo.


-¡Está bien!-dijo la tortuga-. Sé mejor

que nadie que soy lenta y que mis pies no

corren como los suyos. Pero también sé que soy

fuerte y consigo todo lo que deseo. Así que, si

usted quiere, le voy a proponer esta apuesta. EI

domingo, usted y yo haremos una carrera

desde este sauce hasta la orilla del río, a ver

quién llega el primero —y la tortuga

continuó hablando con los otros

animales—. Si el señor erizo está

de acuerdo, será el juez. Y usted,

señora coneja, puede avisar a todos

los animales para que vengan a

vernos.


La liebre, la coneja y el erizo se

miraron sorprendidos. La liebre,

muy divertida, exclamó:


-¡Con este sol, no es extraño

que a la tortuga se le hayan

reblandecido los sesos! Pero está

bien. El domingo habrá carrera entre la

tortuga y yo.

La tortuga volvió a coger sus bolsas

y deseó un buen día a sus amigos.

A partir de ese momento, en cuanto tenía

un rato libre, la tortuga entrenaba por

los caminos del bosque. Su único deseo

era ganar a la presumida liebre.

Pasaron los días y llegó el

domingo. Todos los animales del

bosque madrugaron para coger un

buen sitio y poder ver la carrera. A

las diez de la mañana,

el camino del sauce hasta el río

estaba leno, no cabía ni una

pulga. En cuanto apareció la tortuga,

no hubo animal pequeño o grande

que no se burlase de la pobre:


iVamos, que tú puedes!

-le decía el gamo con sorna.


-Hoy vas a ser la reina de

la velocidad —le gritaba el zorro.


-Qué se habrá creído!

-exclamó el caracol–. Hasta yo

soy capaz de ganar a la tortuga.



Cuando llegó el momento, el juez dio el

pistoletazo de salida. La tortuga comenzó a

andar pasito a paso. La liebre, que se

creía muy graciosa, iba detrás de ella

imitando su forma de caminar

exclamando:

-¡Pobre de mí, pobre de mí! Yo, que

siempre gano a los perros, voy a perder esta

carrera con la tortuga. ¿Han visto? ¡Me va a

ganar, ay, qué pena! A partir de ahora, los

cazadores, en vez de perros, llevarán tortugas.


Los animales no paraban de reír. Unos

invitaban a la liebre a tomar un trago; otros

le daban conversación. Pero la tortuguita,

sin hacer caso de nadie y de nada, seguía

caminando. A lo lejos, oía que la liebre

decía:

-Hasta el último momento, no pienso dar

ni un paso.

Los conejos y los topos aplaudieron

a la liebre y la invitaron

a tomar un aperitivo. Comió

y bebió tanto que le entró

un sueño atroz. Así que se

echó a dormir sobre la hierba

y se olvidó totalmente de la carrera.


Cuando se despertó, vio cómo la tortuga

estaba a punto de llegar a la meta. Fue

entonces cuando la liebre saltó

como un rayo. Pero sus patas, aunque

eran muy rápidas, no pudieron hacer

nada. La tortuga ya había pasado

la meta. Todos los animales

la aplaudían y la felicitaban.


Cuando llegó la liebre,

la tortuga se acercó a ella

y le dijo al oído:


-No seas presumida, no seas orgullosa,

y aprende que en la vida

existen los demás.


Recuerda que a la meta

quien más habla no llega,

sino el que paso a paso

trabaja por llegar.