wtorek, 26 grudnia 2023


Linterna con luz de Navidad,

Julieta en el bosque

 En una pequeña aldea llamada Villa Estrella, la vida tranquila y apacible de Julieta estaba marcada por su familia amorosa y sus modestos pero felices días. Julieta, con su vestido desgastado y cabello al viento, no lo tenía todo, pero la chispa en sus ojos revelaba una riqueza interior que iluminaba su existencia. Su corazón rebosaba de alegría y gratitud por las pequeñas cosas de la vida. 

 

 Julieta, una joven de espíritu luminoso, con luminosos dieciséis años de vida, caminaba siempre por el bosque con pelo rubio que danzaba al ritmo del viento invernal. Sus ojos azules, profundos pozos de curiosidad e ilusión, reflejaban la belleza de la nevada que cubría su entorno. Su piel, acariciada por la frescura del invierno, resplandecía como la luna en una noche despejada.

 

 Su figura, delicada y grácil, se movía entre los árboles con una elegancia natural. Julieta irradiaba una mezcla de determinación y bondad, como si llevara consigo la luz de la estrella más brillante. Cada paso suyo dejaba una huella de esperanza en la nieve, como si el mismo bosque respondiera a su presencia con un susurro de secretos mágicos.

 

 De carácter sereno pero apasionado, Julieta llevaba consigo la chispa de la imaginación. Su voz, suave como el susurro de las hojas al caer, resonaba con una melodía que inspiraba confianza y camaradería. Su risa, como campanas lejanas en una noche tranquila, tenía el poder de alegrar hasta el rincón más oscuro del bosque.

 

 Julieta , la exploradora de mundos encantados, parecía que llevaba consigo la linterna mágica con la que iluminaba no solo el sendero que recorría, sino también los corazones de quienes tenía la fortuna de encontrar en su camino. Su presencia, como un destello fugaz de luz estelar, dejaba una marca perdurable en el tejido mágico del bosque y en las almas de aquellos que compartían su aventura.

 

 Julieta vivía con su abuela, Doña Clara, una mujer sabia y amorosa que le enseñó desde pequeña el valor de la gratitud y la alegría en las cosas simples de la vida. Juntas compartían risas en la cocina mientras preparaban las comidas con ingredientes sencillos pero llenos de amor.

 

 En las mañanas, el aroma de las tortillas recién hechas llenaba la casa, y el murmullo de las historias de antaño se mezclaba con el crepitar de la leña en la estufa.

 

 Sus amigos en Villa Estrella eran como una familia extendida. Jugaban juntos en los campos, compartían secretos bajo los árboles centenarios y celebraban cada pequeño logro con algarabía. A pesar de las dificultades económicas que enfrentaba la familia de Julieta, la comunidad se apoyaba mutuamente, y las risas resonaban más fuerte que cualquier pesar.

 

 Las tardes en Villa Estrella eran un lienzo de colores cálidos pintados por el sol que se ocultaba detrás de las colinas, mientras los niños corrían por las calles adoquinadas y las abuelas tejían historias en los portales.

 

 La Navidad se acercaba, y Julieta, a pesar de no tener muchos regalos materiales en su vida, siempre encontraba razones para sonreír. Era una tradición en Villa Estrella adornar las calles con luces centelleantes y compartir historias al calor de la fogata. La gente se envolvía en mantas tejidas a mano, compartiendo el calor humano que llenaba sus corazones.

 

 En el corazón del invierno, Julieta soñaba con la magia de la Navidad, con luces que parpadeaban como estrellas en el cielo nocturno y risas que resonaban como campanas. Julieta se encontraba sumida en una melancolía silenciosa. Villa Estrella, con sus calles iluminadas por las tenues luces navideñas, era testigo del brillo apagado en los ojos de la joven. Su familia, aunque unida por el amor y la fortaleza emocional, enfrentaba tiempos difíciles.

 

 Julieta, con su vestido desgastado y cabello al viento, sentía el peso de no poder proporcionar regalos materiales a su familia y amigos. La tradición de intercambiar obsequios en Villa Estrella añadía una capa de tristeza a su corazón sensible. Los días pasaban como suspiros cargados de anhelos no cumplidos.

 

La tarde antes de Navidad, cuando el cielo se pintaba con tonos de melocotón y violeta, Julieta decidió caminar hacia el bosque cercano. Sus pasos resonaban en el suelo cubierto de hojas secas, cada crujido un eco de su tristeza. El viento acariciaba su rostro, llevándose consigo sus suspiros y llevándola hacia la profundidad del bosque.

 

 Entre los árboles desnudos, Julieta se detuvo en un claro bañado por la luz crepuscular. Allí, sentada sobre una roca gastada por el tiempo, se permitió sentir la melancolía que la había acompañado durante tanto tiempo. Sus pensamientos danzaban entre la incertidumbre y el deseo de brindar felicidad a quienes amaba.

 

 El crepúsculo teñía el cielo con pinceladas doradas mientras Julieta , con el peso del mundo en sus hombros, buscaba respuestas en la quietud del bosque.

 

 El murmullo del arroyo cercano parecía contarle historias de esperanza. Julieta, con lágrimas en los ojos, observó cómo una hoja se desprendía de una rama y caía lentamente hacia el suelo. Esa simple danza otoñal le recordó la fugacidad de la tristeza y la belleza efímera de la vida.

 

 En un momento de claridad, Julieta decidió que su regalo para su familia y amigos no sería envuelto en papel brillante ni atado con un lazo perfecto. Su regalo sería el amor, la compañía y la luz que solo ella podía ofrecer. Se levantó con determinación, decidida a cambiar la tristeza en su corazón por  una chispa de esperanza. Así que regresó a su paseo por el bosque nevado.

 

El sol poniente teñía el bosque de un rosa suave mientras Julieta, con una mirada llena de curiosidad, descubría el regalo que le deparaba el destino. 

 

 Julieta : ¡Oh, vaya! ¿Dónde estoy? Este bosque parece haber cambiado ahora.

 

 Notando algo raro entre unas hojas y ramas caídas en la tierra, descubría un paquete misterioso. Con ojos de incredulidad y sorpresa, veía que era una linterna de aspecto antiguo y ricamente decorada con grabados finos y exquisitos.

 

 Su expresión de sorpresa se transformó en asombro cuando algunos duendes aparecieron entre las sombras, con sonrisas traviesas.

 

 Los duendes saltaron de entusiasmo y un duende con ojos brillantes y mirada chispeante, saludó con un gesto juguetón.

 

 Duende 1: ¡Hola, hola! ¡Bienvenida a nuestro bosque mágico! 

 

 Julieta, con los ojos llenos de maravilla, respondió.

 

 Julieta : ¡Hola! Soy Julieta . ¿Y ustedes quiénes son?

 

 Los ojos brillantes de los duendes destellaban con magia y sorprendidos por la sencillez de Julieta, sonrieron ante la humildad que irradiaba. Dando saltos de emoción, rodearon a Julieta. 

 

 Duende 2: Somos duendes mágicos. ¡Y has encontrado algo especial! 

 

 Con una expresión juguetona y risueña, el duende hizo un gesto hacia la linterna.

 

Julieta, con una mezcla de curiosidad y emoción, levantó la linterna.

 

 Julieta: ¿Esto? ¿Una linterna? ¿Es mágica?

 

 Los ojos de los duendes centelleaban con entusiasmo y asintieron emocionados. Con voz animada y un brillo travieso en los ojos, respondió un duende.

 

 Duende 1: Sí, sí, ¡muy mágica! Te llevará a un lugar increíble. ¿Quieres probar?

 

 Guiada por la luz parpadeante de la linterna, Julieta llegó a un claro donde los duendes trabajaban diligentemente entre destellos de polvo de estrellas. Un arcoíris de colores danzaban sobre sus pequeños dedos ágiles.

 

  Julieta: ¡Guau! Este lugar es asombroso. ¿Quiénes son todos estos duendes?

 

 El taller de los duendes estaba lleno de tesoros centelleantes y la fragancia dulce de caramelos navideños. Con cejas arqueadas y gesto enérgico, otro duende saludó a Julieta.

 

 Duende 3: ¡Hola, Julieta! Bienvenida a nuestro taller. Estamos preparando regalos para la gran noche.

 

 Los duendes, ocupados en su taller, irradiaban una alegría contagiosa.

 

 Rodolfo, un reno, se acercó a Julieta con ojos amistosos, cuernos adornados y un destello travieso. Su pelaje brillando como si estuviera cubierto de purpurina. Y dijo.

 

 Rodolfo: ¡Para todos en Villa Estrella! ¡Es la Navidad, el momento de dar y alegrar los corazones.

 

 Duende 2: ¡Julieta, gracias por ayudarnos! Ahora, ¡es hora de repartir los regalos!

 

 Los duendes, con gorros ahora iluminados como farolitos, cargaron sacos llenos de regalos brillantes.

 

 Rodolfo: Súbete a mi espalda, ¡volaremos juntos por los cielos de Villa Estrella!

 

 La noche de Navidad pintó el cielo con tonos de azul profundo y estrellas centelleantes. Julieta, montada en la espalda de Rodolfo, sintió la magia vibrar en el aire

 

 Duende 1: ¡Y yo llevaré el saco de regalos! ¡Vamos a hacer que esta Navidad sea la mejor!

 

 Despedida

 

 La magia de la noche envolvió Villa Estrella cuando Julieta y Rodolfo regresaron después de repartir regalos. Los duendes sonreían, y Rodolfo guiñó un ojo amistoso.

 Julieta: Gracias a todos por esta aventura increíble. ¿Volveré a verlos?

 

 Los duendes asintieron, sus luces parpadeando en la oscuridad.

 

 Duende 3: Siempre que guardes la linterna mágica, Julieta. La magia está en tu corazón.

 

 Julieta abrazó a Rodolfo, sintiendo la calidez de la amistad.

 

 Rodolfo: ¡Exactamente! ¡Feliz Navidad, Julieta!

 

 

Julieta: ¡Feliz Navidad a todos! ¡Hasta la próxima!

  

 La linterna que había encontrado en el bosque, ahora iluminada por su resolución, guió a Julieta de regreso a Villa Estrella. Cada paso resonaba con una nueva determinación, y su rostro, iluminado por la linterna mágica, reflejaba la transformación interna que había experimentado en el bosque.

 

 El bosque, testigo de la metamorfosis emocional de Julieta, se sumió en la quietud nocturna mientras la linterna proyectaba su luz en el camino de vuelta a casa.

 

 Al llegar a su hogar, Julieta abrazó a su abuela Doña Clara con una ternura renovada. Compartió sus pensamientos, sueños y la epifanía que la había abrazado en el bosque. La pequeña aldea comenzó a sentir una energía diferente, una mezcla de amor y esperanza que se extendía como un suave resplandor por las calles.

 

 Y así, en la víspera de la Navidad, Julieta, con su linterna mágica en mano, se dirigió a la plaza central de Villa Estrella. Sus amigos y vecinos, al ver la luz que emanaba de su ser, se unieron a ella en una celebración diferente. No había paquetes perfectamente envueltos, pero sí había risas, abrazos y la comprensión de que el verdadero regalo era el amor compartido entre ellos.

 

 La plaza se llenó con risas y cantos, y la linterna de Julieta brillaba como un faro de esperanza en la noche estrellada de Villa Estrella.

 

 En ese instante, Julieta tomó la palabra, y su voz resonó con una emotividad que tocó los corazones de todos.

 

 Julieta: “Esta Navidad, no traigo regalos envueltos en cintas brillantes, pero traigo algo más precioso: el regalo del amor, la conexión y la luz que todos llevamos dentro. Esta linterna, encontrada en el bosque, simboliza la esperanza que descubrí en mi corazón. Que esta luz nos guíe hacia un año nuevo lleno de amor y comprensión. ¡Feliz Navidad, mi querida Villa Estrella!”

 

 Y así, bajo el firmamento estrellado, Julieta y su linterna mágica iluminaron no solo la plaza central sino también los corazones de quienes la rodeaban. En ese momento, entendieron que, en la oscuridad, siempre podemos encontrar una luz interior capaz de cambiar nuestras vidas y las vidas de quienes amamos.

 

 Entonces, mientras Julieta compartía su mensaje de amor y esperanza, la linterna mágica brilló con una intensidad especial, y de entre los árboles.

 

 

 Mario Córdova Sánchez.