wtorek, 2 listopada 2021

El tema de nuestro podcast será la continuación del tema: La fiesta de Día de Muertos en México. Obra maestra del patrimonio oral e intangible de la humanidad UNESCO.

Capítulo 2





 

Algunas fuentes, como las crónicas de De las Casas y Motolinía, describen al

Mictlán como un solo "infierno" conformado por nueve niveles o moradas, donde

se distribuían los que morían de muerte natural. Entre los antiguos mexicanos,

en efecto, no era la forma de vivir la que marcaba el destino de los hombres, sino su forma de morir. Las personas que morían de enfermedades iban a lo que

Sahagún identificaba como el infierno, un "lugar obscurísimo que no tiene luz

ni ventanas" y que constituía una morada permanente. Tanto los cautivos como

los que morían en las batallas se dirigían en cambio a un lugar celeste, cercano al

sol, donde as ánimas de los difuntos recibían las ofrendas de los vivos antes de

convertirse en aves que "andaban chupando todas las flores, así en el cielo como

en este mundo", según las describe Sahagún (1956 [1547]).

 

Además de la morada celeste y el inframundo se encontraba el Tlalocan o "paraíso

terrenal", hacia donde se encaminaban aquellos que fallecían ahogados o fulminados

por un rayo. Concebido como el lugar de la abundancia, donde sólo existía la

estación pluvial, Tlalocan era el destino de aquellos que habían sido elegidos por

Tláloc, el dios de la lluvia, cuyas representaciones aparecen generalmente vinculadas

a los cuatro postes de los confines del mundo y al árbol cósmico, ubicado en el

centro, que conectaba las fuerzas celestes con las del inframundo (López-Austin,

1994). Los niños que morían durante la lactancia estaban también vinculados a un

árbol mítico que crecía en el valle de Tonacacuaubtitlan y que se conocía como el

"árbol de nuestro sustento" o como el "árbol nutriente". El nombre derivaba de

los senos maternos que colgaban bajo sus ramas; destilante de leche, los niños de

tierna edad acudían a él para alimentarse mientras esperaban volver a nacer en el

seno de sus madres.

 

Algunos antropólogos estiman que la multiplicidad de celebraciones, ofrendas

y ceremonias mortuorias que se llevaban a cabo durante el año, no eran ajenas a

las distintas categorías de los difuntos. Teóricamente, había tantas celebraciones

de los muertos durante el año como formas identificadas de morir. De ahí que se

efectuaran celebraciones para aquellos que morían de causas naturales durante la

infancia o durante la guerra, o bien para los que fallecían por fenómenos climáticos

asociados con el agua. Las siete celebraciones de los muertos que se desarrollaban

a lo largo del ciclo ceremonial estaban, al parecer, relacionadas con las distintas for-

mas de muerte y con el desarrollo del ciclo agrícola, ya que los antiguos nahuas

comparaban metafóricamente la vida del ser humano con el ciclo del maíz. Así,

mientras el desarrollo de la mazorca era equivalente al ciclo vital de un individuo, las

fiestas del año marcaban las etapas del maíz tierno y de la maduración de la cosecha.

En los meses cercanos a la recolección, hacia finales de octubre y principios de

noviembre, se daba de beber a los pobres pinole diluido en agua y se acostumbraba

oler el aroma de la flor de cempoalxúchitl, conocida hoy en día como "flor de

muerto". El maíz, la flor y la abundancia serían los elementos que se integrarían

más tarde a la fiesta colonial de los muertos, pero sólo en la medida en que éstos

habían sido centrales en el antiguo ciclo ceremonial.

 

ADAPTACIONES COLONIALES AL MODELO PREHISPANICO

 

El proceso sincrético que siguió a la conquista española debe ser entendido

como la integración de aspectos selectivos que provenían de distintas tradiciones

históricas. La cultura religiosa que surge en México a partir del siglo XVI, se

elabora a la manera de un conjunto significativo que relaciona elementos de dos

culturas que habían permanecido hasta entonces distantes. Más que un préstamo

cultural, donde las adquisiciones aparecen bajo la forma de elementos agregados,

las representaciones indígenas reconocieron elementos que estaban ya presentes

allí donde debían estarlo, de tal manera que los materiales cristianos que se

incorporan durante el momento del contacto permiten complementar datos

latentes y perfeccionar esquemas incompletos.

 

DÍA DE MUERTOS EN EL MEXICO INDÍGENA

 

Para los antiguos nahuas, que poblaron una extensa área del actual territorio

mexicano, la muerte y la vida no eran los extremos de una línea recta, sino dos

puntos situados diametralmente en un círculo en movimiento. Esta concepción

cíclica de la vida y la muerte estaba ligada a una representación sumamente

elaborada del cosmos, el cual se dividía en dos esteras opuestas que se conectaban a

través del Tamoanchan, el árbol cósmico por el que fluían las fuerzas subterráneas

y las celestes. De acuerdo con Alfredo López-Austin, la organización dual del

cosmos se expresaba en la división que oponía a la estación seca de la temporada

pluvial, pero también en las cualidades frías y calientes que caracterizaban a los

alimentos y bebidas. La parte fría e inferior del cosmos se oponía a la parte luminosa

y superior, pero sólo en la medida en que ambas se complementaban como partes

simétricas de un mismo principio que regía las relaciones entre la vida y la muerte,

lo caliente y lo frío, la estación seca y la temporada pluvial.

 

Para la mayoría de los pueblos indígenas de México, el universo sigue siendo una

unidad dividida en dos partes opuestas y complementarias. Entre los otomíes, por

ejemplo, el cosmos se divide en dos mitades simétricas que distribuyen el mundo

de los humanos en la parte superior y el de los antepasados en la parte interior;

mientras los totonacos, estiman que el sol preside la parte seca y cálida del mundo

y san Juan, el santo católico protector, la parte húmeda y fría. En algunos casos,

como entre los nahuas de la Sierra Norte de Puebla, esta dicotomía se expresa

en la existencia de dos almas o entidades anímicas del hombre, una es luminosa

y caliente, mientras la otra es oscura y fría. La creencia en dos almas que tienen

destinos divergentes es también común entre los tzotziles de Chiapas, quienes

piensan que el ch'ulel' de un hombre recorre primero el mundo subterráneo para

dirigirse más tarde hacia Winajel, el lugar de los muertos que sigue la ruta del sol.

Entre los huicholes del occidente de México prevalece también la idea de un alma

viajera que recorre su existencia sobre el mundo reviviendo sus experiencias. El

trayecto purificatorio tiene como destino un xapa o gran árbol de cinco ramas

y cinco raíces, donde el alma se reúne con los antepasados para danzar y beber

antes de ser conducida ante la presencia del dios solar. 

 

Concebidas como un círculo en movimiento, las representaciones que los pueblos

indígenas de México formulan sobre el ciclo vital, establecen un vínculo muy

estrecho entre la muerte y la reproducción. De ahí que en muchas regiones indí-

genas del país se considere que la muerte inicia un proceso de purgación tras el

cual el alma está lista para otro nacimiento. En consecuencia, se estima que los

antepasados deben intervenir en los procesos biológicos, porque la vida no podría

ser creada a partir de la nada. Entre los otomíes, como observa Galinier (1990),

no sólo se conserva la creencia de que los huesos de los muertos proporcionan

fertilidad a la tierra, sino también que las nuevas generaciones provienen de

los huesos de los antepasados. Por esta razón se considera que la tierra de los

cementerios, los cadáveres y las osamentas regeneran los campos de cultivo. En

retribución, los muertos deben ser propiciados en las ceremonias de limpieza y

fertilidad de la tierra, pero también convocados durante las fiestas para que se

alimenten de las primeras cosechas.

 

 

El arte y la muerte 

También el arte se ocupa de este tema: teatro, danza, poesía, plástica y artes populares. La muerte y el duelo son tema obligado prácticamente para todos los escritores y poetas y así tenemos por ejemplo:

 

DOS CANCIONES INFANTILES

-Calavera, vete al monte

-No, señora, porque espanto.

-Pues ¿adónde quieres irte?

-Yo, señora, al camposanto.

 

Estaba la media muerte

sentada en un carrizal,

comiendo tortilla dura

pa'ver si podía engordar.

 

ROMANCE DEL ENAMORADO

YLA MUERTE

Un sueño soñé doncellas,

soñito del alma mía,

soñaba con mis amores

que en mis brazos los dormía.

Vi entrar señora muy blanca,

muy más que la nieve fría.

-¿Por dónde has entrado, amor,

por dónde has entrado, vida?,

las puertas están cerradas,

ventanas y celosías.

-No soy el amor amante,

soy la muerte, Dios me envía.

 

ALGUNAS FRASES CURIOSAS

Amaneció muerto

Ya descansó

Pinto mi calavera

Caigo cadáver

Enseñar el petate del muerto

Morir fuera de su hora.

 

REFRANES

El muerto y el arrimado,

a los tres días apestan.

El muerto y el ausente,

ya no son gente.

La muerte iguala.

Nadie se muere hasta

que Dios quiere.

Boda y mortaja, del cielo bajan.

 

ALGUNOS SINÓNIMOS

DEL VERBO MORIR

Colgar los tenis

Chupar faros

Doblar el petate

Enfriarse

Entregar el equipo

Estirar la pata

Felparse

Palmarse

Pasar a mejor vida

Pelar gallo o pelarse

Petatearse

Pirarse

Quedarse tieso

Torcerse

 

CALAVERAS DE CUPIDO

-Ámeme por compasión,

pedazo del alma mía.

-No me hable ya de pasión,

calavera corrompida.

José Guadalupe Posada

 

NOMBRES DE LA MUERTE

La Afanadora

La Amada Inmóvil

La Apestosa

La Bien Amada

La Blanca

La Cabezona

La Calaca

La Calavera

La Calva

La Canaca

La Canica

La Cargona

La Catrina

La Chicharrona

La Chifosca

La China

La China Hilaria

La Chingada

La Chinita

La Chirifosca

La Chiripa

La Chupona

La Cierta

La Comadre

La Copetona

Costal de Huesos

La Cruel

La Cuatacha

La Curamada

La Dama de la Guadaña

La Dama del Velo

La Descarnada

La Desdentada

La Dientona

Doña Huesos

Doña Osamenta

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